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¡El infierno es una realidad!

¡El infierno es una realidad!

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¿Qué es el Infierno? Pregunta difícil de responder. Al describir las penas del Infierno se prodigan a veces pinturas terroríficas que hieran la imaginación, pues el hombre necesita que se le sensibilicen las cosas espirituales o desconocidas; y todas esas pinturas, por terroríficas que parezcan, resultan muertas comparadas con la realidad.
Pero no es necesario valerse de eso. Recorramos aquella cárcel eterna de la mano de los Santos. Dios hizo sentir a Santa Teresa parte de la angustia del Infierno: “Los dolores corporales tan incomparables, que con haberlos pasado en esta vida gravísimos; y según dicen los médicos, los mayores que se pueden acá pasar y aun algunos causados del demonio, no es nada en comparación de lo que allí sentí, y ver que habían de ser sin fin y sin cesar jamás. Esto no es, pues, nada en comparación del agonizar del alma: un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sentible y con tal desesperado y afligido descontento, que yo no sé cómo encarecerlo. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma, es poco; porque ahí parece que otro os acaba la vida, más aquí el alma misma es la que se despedaza”
(Vida, cap. 32).
Ciertamente las almas han de acudir a Dios por amor, arrepentirse por haber ofendido a un Dios todo Bondad. De ahí que sea tan importante predicar sobre la Misericordia infinita de Dios. Aunque, sin olvidarnos del Infierno, dogma de fe. Son dos castillos complementarios, explica Santa Teresa: el del amor y el del santo temor.
"Sí del Amor de Dios me olvidare...", dirá San Ignacio de Loyola, "al menos por el temor al fuego eterno me aparte definitivamente del pecado y obtenga el dolor de nuestras culpas...".

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